Hace días que me siento frente al monitor de mi computadora y abro mi editor de texto para el blog (Live Writer… lo recomiendo =D), tratando de escribir algo, pero nada sale. Y ayer, mientras caminaba como de costumbre hacia mi casa después de pasar a visitar a su casa a mi mejor amiga (Sofía para los que no han leído post anteriores), haché un vistazo a mis recuerdos.
Intenté recordar por qué estaba ahí, además de por la poderosa fuerza de la costumbre. Caminé lento. Normalmente camino lento, pues una vez una persona me enseñó que para poder apreciar los detalles y comprender la belleza oculta sobre las calles en una ciudad, uno debe disminuir su ritmo y abrir bien los ojos. Pero en esa ocasión caminé un poco más lento de lo normal, de hecho, parecía que cada vez mis pasos iban mas despacio.
A mi memoria afloraron varias imágenes y sensaciones. Eran el vidrio plástico de unos lentes, un chico y una chica platicando en unas jardineras, su mirada, una carta sin remitente, su sonrisa y el techo de mi cuarto oscuro. Esta última trajo a mi rostro una sonrisa, y unos enormes deseos de no haber olvidado mis audífonos en casa.
De pronto, sentí una gran necesidad de escribir algo. Quería llegar rápido a mi computador, así que añadí prisa a mi paso despreocupado.
Lo pensé por un buen rato y decidí dejar de escribir por un tiempo. Por fin veo que sin la motivación adecuada es imposible para mi escribir algo. Necesito pensarlo bien. Necesito empezar de nuevo. Reescribir de nuevo mi historia. Hay muchas cosas por las cuales debería preocuparme ahora y hacerme cargo de ellas.
Escuché que el futuro es incierto… y seguro es cierto (irónicamente). Aún así me gusta creer que yo decido parte de él. Por eso me retiro hasta nuevo aviso.
Espero encontrar esa motivación y divertirme mucho en el proceso, mientras tanto el blog seguirá abierto. Gracias por leer… =)
“¿Qué tan lejos puedo llegar sin mirar atrás?”
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