Aquella tarde escribía en mi cuaderno, como de costumbre. La cafetería estaba muy llena y era difícil concentrarme en lo que escribía.
Aún así, no pude ignorarlo cuando lo vi. Un chico alto y con un porte de distraído, y sin embargo, extrañamente lindo. Intentando pedir un café en medio de aquella multitud; pero sus esfuerzos no parecían tener resultados.
Mis ojos se dejaron llevar un momento y seguí observándolo solo un poco más, intentando averiguar algo más acerca de él.
Por fin se rindió de intentarlo, y cuando creí que se iría pasó lo que nunca pensé… el se sentó justo frente a mi, en la misma mesa. Esa debió ser la señal de que algo bueno ocurría esa tarde.
Pero ahora qué hacía. Al parecer él ni siquiera se percató de que yo estaba ahí. Siempre me sucede eso, la gente suele pasarme desapercibida sin siquiera notarme. Siempre ha sido así. Pero quizás ésta era la oportunidad que esperaba desde hace tiempo.
Me quedé largo rato con mi viejo cuaderno abierto, intentando escribir un cuento. Escribía, pero mi mente estaba en él. Y sin embargo, las palabras no salían.
Al final, tomé aire profundamente y pronuncié las palabras que tanto tiempo me llevó preparar: “Hola… es la primera vez que te veo por aquí y me preguntaba cuál es tu nombre”.
Aún lo recuerdo, aquella tarde… cuando lo conocí.
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