4/12/2008

Vista al pasado

El estaba sentado en la puerta trasera de su casa, que daba directo al poniente. Esperaba tranquilamente el momento, mientras miraba atentamente el ocaso, imaginandose como, de un momento a otro, el sol se ocultaria y daría lugar a la noche. Gabriel solo tenía veinticuatro años, no había vivido mucho, pero era suficiente para conocer un poco de los maltratos de la vida. Estaba solo, y unicamente lo acompañaba una carta y su melancolía. Se había dicho así mismo ya muchas veces que eso era lo mejor.

Hace solo dos días él se encontraba sonriendo, pero ahora solo era lágrimas y fragmentos de su corazón. De la nada, una discución dio un giro a la vida de Gabriel. El y su amiga solían caminar juntos todos los días. Ellos se conocían desde que eran niños, asistieron juntos a la escuela e incluso fueron a la misma universidad. Su nombre era Lebi, y juntos compartían algo más que amistad el uno por el otro, mas nunca habían tenido el valor de reconocerlo.

Lebi no sabía como, lo que si sabía era que tenía que decirselo. Así que unos días, mientras el la acompañaba a su casa decidió decirle que lo amaba. El al oirla reaccionó de una manera muy extraña, y tubo miedo de perder esa hermosa amistad que llevaban, así que dijo que no. Lo último que él recurda es su mirada mientras la cargaba en sus brazos. Murió casi instantaneamente cuando el autobús la golpeó.

"Si tan solo..." decía. Pero ahora solo estaba mirando hacía el sol, que estaba a punto de desaparecer. "Esta será la última vez que mire un atardecer, como cuando lo hacía con ella", pensaba. Recordó el momento justo cuando la conoció; tenían 7 años y había unos vecinos nuevos, y él había ayudado por unos cuantos pesos en la mudanza. Y todos esos hermosos momentos que compartieron al ir creciendo. Se sentía "como en las películas", viendo como toda su historia pasaba frente a él.

Su muñeca aún estaba adolorida, por la pequeña insición que se había practicado. Aquella pequeña insición que le daría libertad de ir a donde ella. Ya no sentía miedo, solo tristeza, y un gran vacío. La oscuridad estaba a punto de adueñarse del cielo, y también de su alma. Así que solo cerró los ojos y se entregó a soñar...

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